Análisis de la
caricatura: Se colocan reyes
La
caricatura representa, se manera jocosa, la búsqueda de un nuevo monarca para
España una vez derrocada Isabel II, a la vez que la familia real busca
“trabajo” tras su forzoso “paro”. Se trata de una fuente primaria, realizada de
forma contemporánea a los hechos que narra.
Encontramos
a Isabel II; su hijo, el príncipe Alfonso; al aspirante carlista, Carlos VII; y
al duque de Montpensier, cuñado de Isabel II y aspirante a rey consorte, a
quien se atribuía la financiación de la revolución con el objetivo de alcanzar
el trono. Todos están leyendo con atención un cartel en el que puede leerse “se
colocan reyes”. Tras el cartel, se encuentra la "embajada" de España
en París, y el embajador, Olózaga, político progresista que participó
activamente en la conspiración contra Isabel II. Una vez vacante el trono
español a resultas de la Gloriosa Revolución, todos ellos han de buscar
acomodo, a la vez que la nación emprende la búsqueda de un nuevo monarca que
cumpla con los requisitos que se demandan en el momento, a saber: un monarca
demócrata, católico y que contase con el beneplácito de las potencias europeas
(los franceses no querían a un austriaco y los austriacos no querían a un
francés), además de ser aceptado por el país.
La
revolución nacida del Pacto de Ostende tenía un objetivo común: acabar con
Isabel II, dejando para un segundo momento la decisión sobre la nueva forma de
gobierno, decisión que recaerá en las Cortes constituyentes reunidas tras las
elecciones de enero de 1869. En ellas, obtendrían la mayoría los progresistas,
coaligados con los demócratas que aceptaban la monarquía, siempre que ésta
fuese democrática, seguidos de los unionistas. Esta composición explica que la
Constitución de 1969 optase por la monarquía. Mientras se buscaba un monarca,
Serrano, sería nombrado regente, mientras que Prim, del partido progresista,
presidió el gobierno. Tras una ardua búsqueda, se eligió a Amadeo de Saboya,
hijo del Víctor Manuel II, monarca constitucional de la recién unificada
Italia.
Pero
la llegada de Amadeo a España coincidió con el asesinato de Prim. Empezaba con
mal pie la Monarquía democrática de Amadeo I (1871/73), que habría de afrontar
una realidad muy conflictiva. El rey, quizá por su carácter tímido no consiguió
ganarse la simpatía popular ni fue aceptado por la oligarquía, que le
identificaban con la democracia y el desorden social y apoyaba la restauración
borbónica en la persona de príncipe Alfonso de Borbón. Los republicanos no
aceptaban la monarquía democrática. Los carlistas se levantaron en el País
Vasco y Navarra, y en Cuba se había iniciado en 1868 el levantamiento
independentista. Las guerras agitaron aún más la vida social y política
española debido al aumento de impuestos. Los propios partidos que sustentaban
al régimen se distanciaron y, tras la muerte de Prim, hasta los progresistas se
escindieron. Ante este panorama, el rey abdicó en febrero de 1873. Esa misma
noche se proclamó la República (1973/74), en el Congreso, aunque éste no
tuviese atribuciones para tomar esa decisión que contravenía la Constitución y
aunque los republicanos fuese minoría; no había otra alternativa.
La
prensa satírica tuvo importante desarrollo en la época. Entre las revistas con
más difusión, destacó “La Flaca”, subtitulada revista liberal y anticarlista,
cuya vida se prolongó entre 1869 y 1876, precisamente el Sexenio Democrático,
momento en el que las libertades, en particular las de prensa, permitieron el
desarrollo de este tipo de publicaciones. El carlismo, el fraude electoral y el
caciquismo, la jerarquía católica, la guerra de Cuba y, en general, el
gobierno, fueron los objetivos de sus críticas.
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